lunes, 10 de octubre de 2011

Blaise Pascal

Blaise Pascal (19 de junio 1623 en Clermont; 19 de agosto de 1662 en París) fue un matemático, físico, filósofo católico y escritor. Sus contribuciones a las matemáticas y las ciencias naturales incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas, aportes a la Teoría de la probabilidad, investigaciones sobre los fluidos y la aclaración de conceptos tales como la presión y el vacío. Después de una experiencia religiosa profunda en 1654, Pascal abandonó las matemáticas y la física para dedicarse a la filosofía y a la teología.
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Infancia y juventud

Blaise Pascal nació en el seno de una familia noble en Clermont (hoy en día Clermont-Ferrand) en la zona de Auvernia, del Macizo Central francés. Su padre, Étienne Pascal, tras haber recibido una formación como jurista en París, era un magistrado de alto rango (maître des requêtes)[1] que se desempeñaba como juez vicepresidente del tribunal de impuestos de Auvernia en Clermont. Por otra parte, Étienne Pascal destacaría más tarde como matemático. Su madre, Antoinette Begon provenía de una familia burguesa de comerciantes acomodados que también aspiraba a la Noblesse de robe. Blaise Pascal tenía dos hermanas, Gilberte y Jaqueline. A la primera, tres años mayor que Blaise, se le conoce mucho más, puesto que fue ella quien escribió la primera biografía publicada sobre su hermano. Al nacer Jaqueline, su hermana dos años menor, la madre no logró recuperarse de aquel parto complicado y el puerperio, de modo que Pascal perdió su madre a la temprana edad de tres años.
Algún tiempo después, ya sin la madre, Étienne Pascal se trasladó con su familia a París, llevando también a una niñera que estaba a cargo del cuidado de sus tres hijos semihuérfanos. Blaise tenía para entonces ocho años y el objetivo de su padre era abrirle en la capital francesa mayores posibilidades que las existentes en la provincia para su educación y despliegue de capacidades. Para todos los hijos, pero particularmente para Blaise, quien llamaba mucho la atención por su capacidad intelectual superdotada
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Los Pensees

A consecuencia de su temprano deceso, Pascal no pudo terminar la gran Apologética que tenía planeada. Solo dejó notas y fragmentos, alrededor de 1000 papeles en unos 60 fajos, que en 1670 fueron la base para la publicación por amigos jensenistas de una edición titulada Pensées sur la religion et autres sujets («Pensamientos sobre la religión y otros temas»). Esta primera edición tiene gran mérito, ya que los editores – algo poco usual en esa época – trataban de publicar y hacer asequible una obra pese a estar inconclusa. Sin embargo resulta problemática porque los editores no se guiaron por el texto original, pese a que este se encontraba disponible como manuscrito autográfico, si bien solo en forma de fajos de papeles, sino que usaron una de las dos copias que los Périer habían mandado a hacer de los fajos poco después de la muerte de Pascal. Resulta más problemática aún por el hecho de que los textos conservados fueron abreviados con arreglo a diversos criterios y que – a diferencia de la copia utilizada, que había conservado básicamente el orden de los papeles y los fajos – se introdujo un orden nuevo, supuestamente más lógico, de los fragmentos.
Las ediciones modernas son el resultado de una exitosa labor filológica en los siglos 19 y 20. Esta comienza con que en 1842 el filósofo Victor Cousin, en un informe dirigido a la Academia francesa, hiciera ver la necesidad de una nueva edición de los Pensées, en vista de las evidentes deficiencias de la primera edición, que hasta entonces todos los editores habían reproducido en lo esencial, aunque casi siempre con abreviaciones y restructuraciones adicionales. De hecho, aún en 1844, Prosper Faugère intentó por primera vez realizar una edición completa basada en los papeles originales de Pascal, sin embargo reordenándolos libremente en capítulos y secciones de acuerdo a criterios de contenido. Este princiio se continuó aplicando y supuestamente perfeccionando por parte de otros editores adicionales, llegando a ser el más conocido de ellos Léon Brunschvicg con su edición de 1897–1904.
Alrededor de 1930, los investigadores abandonaron el prejuicio establecido de que los papeles de Pascal en último término no habían tenido orden alguno. En cambio reconocieron,que al menos 27 fajos (es decir alrededor de 400 papeles) correspondían a otros tantos capítulos en las intenciones de Pascal y ciertamente exhibían un orden interno. También otros fajos se evidenciaron como más homogéneos y más ordenados de lo que hasta entonces se había pensado, se modo que se pasó (especialmente Louis Lafuma, 1952) a ediciones, cuyo texto corresponde al original autógrafo y cuya estructura se orienta en gran medida según las copias, o mejor dicho según la mejor de ellas (en 1710/11 el sobrino de Pascal, Louis Périer, con la mejor de las intenciones, había reordenado todos los papeles, pegándolos en grandes pliegos).
Sin embargo, aún las ediciones más recientes no son más que aproximaciones hipotéticas. Necesariamente sigue sin responder la pregunta de cómo habría sido la obra si Pascal la hubiera podido terminar (y de si acaso la hubiera podido terminar en vida).
Los 27 capítulos mencionados muestran el camino que Pascal quería seguir en la argumentación de su apologética del cristianismo. La apologética se divide en dos: P«rimera parte: La miseria del hombre sin Dios. Segunda parte: La felicidad del hombre con Dios» (Laf. 6). Primero, los capítulos bajo los títulos de Eitelkeit – Elend – Langeweile – Gegensätze – Zerstreuung (Vanidad- Miseria - Aburrimiento - Contradicciones -Disociación) etc. presentan una imagen dramática del estado de la humanidad, ejecutada con formulaciones paradojales e irónicas brillantes, dedicándose a continuación a los filósofos en la búsqueda del «más alto bien» para encontrar la solución de las aporías de la existencia humana en el cristianismo. En esta parte, la demostración utiliza ampliamente la exégesis de los padres de la iglesia, transmitida por Port-Royal – si bien en una forma „moderna“, muy historizante – por lo que no pertenece al ámbito de la investigación histórica crítica moderna. El objetivo de la apologética de Pascal es la conversión de los ateos o dudosos.
En el material anexo de los Pensées, es decir en los demás fajos de papeles, hallamos los grandes textos antropológicos elaborados «Desproporción del ser humano» (Laf. 199) acerca de la situación del ser humano entre lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, «Dispersión» (Laf. 136) acerca de la evasión del pensar sobre la situación real, caracterizada por la miseria y la muerte, entre otros. La unidad del pensamiento de Pascal desde sus escritos matemáticos hasta sus escritos teológicos se expresa plenamente en el famoso fragmento acerca de los tres órdenes de los cuerpos, del espíritu y del amor o la santidad (Laf. 308). Sin haber sido asignada a alguno de los 27 capítulos, se encuentra allí también la llamada Apuesta de Pascal, según la cual la fe en Dios no solo es acertada sino también racional, porque: «Si ganan, lo ganan todo y si pierden, no pierden nada» (Laf. 418).

Crítica y recepción

En una época en la que ya se insistía en la separación de la fe y el saber, Pascal representó, en su vida y en su obra, el principio de la unidad de todo el ser. Para él, dedicarse tanto a problemas de ciencias naturales como a cuestiones filosóficas y teológicas no suponía contradicción de ninguna clase; todo le servía para lograr una directa profundización de sus conocimientos. Su percepción de la «intelligence/raison du coeur» – solo la conjunción de la razón con el corazón puede constituirse en base del conocimiento humano– como forma más esencial del conocimiento omnímodo es considerada por sus adeptos como concepción visionaria y ejemplar por los tiempos de los tiempos.
Hasta el día de hoy, a Pascal se le considera un locuaz apologista del cristianismo y defensor de una profunda ética cristiana. Es por eso por lo que algunos críticos del cristianismo, como el abate Meslier o Voltaire, lo atacaron pronto como eximio oponente. Friedrich Nietzsche durante toda su vida discutió con Pascal. Para él, Pascal es «el lógico admirable del cristianismo»;[6] „Pascal, a quien casi amo, porque me ha enseñado infinitas cosas: el único cristiano lógico“.[7] Es posible hallar juicios que expresan tanto admiración como rechazo: Nietzsche veía en Pascal, como también en Schopenhauer, algo así como una adversario digno. También veía una relación de contenido entre ambos: «sin la fe cristiana, opinaba Pascal, vosotros mismos seréis, así como la naturaleza y la historia, ‘un monstre et un chaos‘. Esta profecía la hemos cumplido: después de que el siglo XVIII, débil y optimista, hubiera embellecido y racionalizado al ser humano […], en un sentido esencial es Schopenhauer el primero, que vuelve a retomar el movimiento de Pascal […] nuestra incapacidad de conocer la verdad es consecuencia de nuestra corrupción, de nuestra decadencia moral: dice Pascal. Y eso mismo en el fondo dice Schopenhauer.»[8] En Pascal puede Nietzsche localizar su crítica del cristianismo: «El cristianismo no merece perdón por haber aplastado a personas como Pascal. […] ¿Qué es lo que combatimos en el cristianismo? El que él quiera quebrar a los fuertes, que quiera desalentarlos, aprovechar sus malos momentos y su cansancio, transformando su orgullosa seguridad en inquietud y cargos de conciencia […] hasta que los fuertes sucumben en los excesos del autodesprecio y del automaltrato: esa manera lúgubre de sucumbir, cuyo ejemplo más afamado lo ofrece Pascal.»[9]
Críticos modernos como Aldous Huxley, al que en general se considera relativamente reservado, han ido más lejos en su crítica, aunque de un modo psicologizante. Pascal habría hecho virtud de su necesidad –sus achaques corporales y su incapacidad de sentir auténtica pasión– camuflándolo con palabras pías. Pero aún peor: habría usado el peso de su razón para incentivar a otros a que adoptaran la misma cosmovisión hostil a lo terrenal. Citas de Pascal como: «Desviarse del término medio es desviarse de la humanidad» y otras inducen a entenderlo simplemente como pensador moderado en el sentido aristotélico. Huxley opina que este no habría sido más que una faceta teórica de Pascal. En la vida real, es decir, en lo que probadamente se refiere a su vida cotidiana, Pascal habría sido muy consecuente –hoy se diría: fundamentalista–. Expresiones surgidas de la pluma de Pascal tales como: «la enfermedad es el estado natural del cristiano; porque sólo en la enfermedad el ser humano es como siempre debería ser» expresarían la postura sombría del filósofo. En base a sus formulaciones brillantes y al relato impresionante de sus experiencias espirituales, Pascal sería considerado como «pionero de una causa noble», mientras que – en lo que se refiere a su aspecto filosófico cristiano – no habría sido más que un asceta enfermo. Según Huxley, y a diferencia de Nietzsche, Pascal no habría luchado en contra de sus dolencias, sino que las habría usado como indicios bienvenidos de que la vida terrenal carecía de valor.
Al plano filosófico se refieren la reinstanciación por Karl Löwith de la crítica de Voltaire y su tratamiento de la «Apologética» o la interpretación crítica de su obra en la historia de la ontología funcional moderna por Heinrich Rombach.[10] Teológicamente relevante es por ejemplo la gran interpretación de Hans Urs von Balthasar en su obra Herrlichkeit.[11] Los intérpretes recién nombrados no hacen comentarios puntuales sobre cuestiones seleccionadas de la persona o la obra, sino que se ocupan del conjunto del legado de su obra. Existe una amplia investigación sobre Pascal, no solamente en Francia, sino también, por ejemplo, en Estados Unidos o en Japón

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